martes, 9 de abril de 2013

el padre del adulto


que el niño es el padre del adulto va siendo una verdad cada vez más y más aceptada, pero a regañadientes. 
la aceptación alcanza hasta el momento en que uno llega a ser padre y tiene que empezar a aplicarse el cuento de que quizá no lo ha hecho tan bien.

que somos lo que hicieron de nosotros nuestros padres va siendo asimilado por todos aunque no sin resistencia. esa resistencia determina que el padre se alce de hombros y se desentienda de la persona en que se ha convertido su niño, como si éste no lo hubiera observado atentamente durante años y hubiera aprendido a reaccionar ante cualquier eventualidad.
como si el hijo no hubiera vivido conteniendo el aliento hasta ver si papá y mamá reían o se enfadaban por su comportamiento.

bien, pues, incluso asimilada esta propuesta, la soslayamos sin darle la importancia actual que tiene, incluyéndola entre las que ya no tienen vigencia y pueden resultar incluso ridículas de valorar. la consideramos cosa del pasado, obsoleta.

los ignorantes siempre pueden contar con la complicidad de muchos políticos, (lo que quiere decir poder, lo que quiere decir todo de su parte a la hora de propalar su mensaje), cuando de introducir la burla y la desautorización del otro se trata. es más manejable el que no se conoce que el que es consciente de sí mismo.

en realidad prefieren que piensen que conocerse a sí mismo está bien pero está mejor conocer a gente importante. 

el autoanálisis no se lleva nada. 
entre intelectuales y artistas, sí, pero en el medio social imperante, o sea, entre los que cuentan de verdad, sigue considerándose una mariconada la duda o la reflexión. algo tipo una terapia peligrosa.

así es que el niño que fue pero ya no es aunque sigue siéndolo, continúa debatiéndose entre dilemas cuyo origen desconoce aunque barrunta, y sufriendo la incomprensión de sus padres...

feliz aquel cuyos padres vieron cumplidas sus expectativas, porque es más escaso el padre satisfecho que el hijo indiferente

...esos padres que hacen al hijo a la imagen y semejanza de lo que se les antoja, o de lo que desean, o de lo que sueñan, o de lo que pueden, y que, una vez visto el resultado, apartan de sí como si ellos no hubieran tenido nada que ver en la formación del mismo.

no parecen darse cuenta  de que todo niño que decepciona a sus padres lo hace a su pesar, porque le resulta imposible cumplir las expectativas paternas. y que además, arrastrará por su vida de adulto todo el dolor y la humillación de no haber sabido complacerles.

y es que todo adulto es el resultado del niño que fue.




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