sábado, 13 de mayo de 2017

la necesidad de fidelizar al macho

las mujeres inventamos el amor porque hacía falta alguna estrategia de carácter extraordinario para que la especie, que ensayaba un despegue incalculable, alcanzase su objetivo inmediato: la supervivencia de las crías más allá de un relevo generacional mezquino y claramente insuficiente.

claro está que la especie, como tal, o sus individuos en tanto que individuos, no se plantearon nunca cómo solucionar un problema tan bestia, el de la desaparición de la especie. lo único que se impuso fue una necesidad, y cuando hay una necesidad, pasan cosas. 
jamás pudieron las mujeres de hace 4 o 5 millones de años planear los cambios que llegarían a efectuarse, pero los provocaron. y los provocaron porque tenían una necesidad, la de no perder a sus crías una vez tras otra, después de haber conseguido llevar a término unas gestaciones que a ellas no les salían  gratis.

la situación venía siendo más o menos inestable. rara vez había relevos completos generacionales. las crías solían sucumbir a los ataques que los depredadores efectuaban a ritmo constante, es decir, salvar a una cría del ataque de un depredador se convirtió en el salvar al soldado ryan del momento.

y esto ocurría así porque, como en el caso de los chimpancés, la promiscuidad sexual en el grupo provocaba que los machos se cuidasen sólo de sí mismos y escaparan, dejando tras de sí a los elementos más vulnerables, que eran, siempre lo son, las criaturas pequeñas y sus madres.

fidelizar al macho pareció una buena manera de hacerles participar de la defensa de los pequeños, y tengamos en cuenta que el reto no era fácil: nada menos que conseguir que el sexo masculino, especializado en diseminar por el mundo tantos genes propios como fuera posible, según su biología, se conformara con concentrarlos exclusivamente en una receptora.

no creo que fuera fácil ni, desde luego, rápido, pero fue enormemente eficaz.

para empezar, las hembras de la especie sapiens pasaron a controlar su propio celo, y a emplearlo sólo en los individuos que ellas elegían, a mantener los atributos sexuales visibles y apetitosos, como pasa con las mamas, que no desaparecen tras la lactancia, a practicar el coito cara a cara etc, de forma que el afecto y la adhesión de los varones hacia las mujeres, quedaron finalmente consolidados.


¿y qué recibieron los machos a cambio? pues esencialmente se aseguraron la práctica del sexo. no con la hembra que les apetecía, no tan a menudo como querían, no con la rapidez o ligereza que hubieran deseado, pero practicaban sexo. atrás quedaba, por tanto, el tiempo en que muchos llegaban a viejos sin haber probado una hembra, ya que los dominantes se las quedaban todas. 

no salió mal el trato, se podría decir. 
ambos sexos sabemos que las hembras llevamos a los machos a donde los queríamos tener, cuidando de nosotras y de nuestras crías, y ellos saben que los llevamos al huerto a fuerza de estrategias inteligentes aunque generosas, así es que ni terminan de enfadarse ni de perdonarnos, pero la consecuencia que derivó de todo esto fue tan extraordinaria que a todos y a todas ha terminado de convencer.

se llama cultura.