sábado, 8 de febrero de 2020

la mujer, la niña y el elefante

como en la fábula del elefante que podría soltarse del cepo con un ligero tirón, pero no lo hace porque lo encadenaron de cachorro, y aprendió entonces que del cepo no se salía, por lo que dejó de intentarlo, apenas nos damos cuenta de que, ya adultos, un viejo no puede hacernos nada, pero el miedo se adquiere de bebés, y a veces no nos deja nunca.
Padres: ¿Cómo ayudar a que los niños identifiquen si sus ...

anna freud, en su ensayo sobre el yo y los mecanismos de defensa, explica que el amor de la madre es incondicional.
las madres defienden a sus hijos e hijas aunque sean las y los mayores criminales de la historia.
ese sentimiento es real, normal, y desde luego, acertado desde el punto de vista evolutivo.

lo del padre, según anna, es muy diferente, se trata de un amor condicionado. no conoce al bebé, ni el bebé lo conoce a él. llora cuando se le acerca.

desde el punto de vista del padre, el hijo o hija es un mamón que lo aparta de su mujer, que se convierte en la prioridad de su hembra, y que, pronto, lo derribará de su pedestal de líder espalda plateada.



en este envidiable ambiente venimos al mundo y al hogar.




a su vez, el padre se ve obligado a ganarse el afecto y la fidelidad de sus hijos, a pesar de que en un principio no significan nada para él.

lo hace por el enorme apego a su mujer.
más adelante, con la convivencia y el trato, la mayor parte de las veces el cariño sí llega a instalarse en el padre, aunque no siempre.

los bebés, sobre todo los bebés mamíferos, y nosotros lo somos, conocen perfectamente lo conveniente de no cuestionar al macho, de ganarse su simpatía, de no enfadarle al menos.

durante toda nuestra infancia nos esmeramos en no hacer enfadar al formidable ser que vive con nosotros.
es importante tener presente que de niños sentimos peligro cada vez que un ser grande se nos acerca. durante millones de años eso siempre ha significado posibilidad real de muerte, y aún lo llevamos inscrito en nuestros genes.

por lo tanto, el miedo forma parte de nuestro entrenamiento de niños y niñas.
la diferencia entre sexos es que a los pocos años, el padre delega su potestad en su hijo varón, por extensión, todos los chicos heredan el poder social, el poder familiar.
el poder, simplemente.

las chicas, no.

las chicas continuamos en una obediencia temerosa sin solución de continuidad a lo largo de toda nuestra vida.

la figura paterna se convierte en la persona concreta del marido, del jefe, del entrenador... cualquier hombre con poder, me resisto a llamar autoridad a eso que provoca temor, cualquier hombre, digo, se convierte a los ojos de esa mujer en el ser que puede hacerla desaparecer con sólo golpearla.

esa es la razón por la que tantas y tantas mujeres se someten a los varones que las maltratan.
lo aprendieron de pequeñas y no es fácil desprenderse de esos aprendizajes, sobre todo cuando la práctica nos enseña que no se trata de ningún temor exagerado.

por lo tanto,
sí, culpo de la mansedumbre que nos mata a la mujeres, a la mascarada social que nos obliga a convivir con tipos que no se sienten concernidos por ningún contrato, a los que hay que querer por decreto masculino, a pesar de que se nos demuestra diariamente que el sistema que se inventaron sólo se sostiene si las mujeres y los niños se someten al jefe, si renuncian a su propia realización.

si aceptan no enfadar al PADRE.