este estremecedor grabado de gustave doré expone con suficiente evidencia el triunfo del hombre sobre la bestia. y cuando digo el hombre quiero decir el hombre. no la mujer. y no lo digo porque me esté volviendo quisquillosa, que sí, que me estoy volviendo, sino porque es un varón barbudo y temible el que enarbola una espada, feroz, grande y de gran alcance ¡una espada!, o sea, el más claro símbolo fálico con que se han adornado siempre los humanos poseedores de falo, que utilizan como espadas, para hendir, cortar, mutilar y matar.
ese personaje se acerca desde algún lugar a través del aire, lo que viene a ser de la imaginación de alguien, en medio de un rayo de luz que lo esclarece, y cae con violencia sobre un ser poderoso y antiguo que intenta defenderse sin éxito, y sin devolver el ataque, a pesar de tratarse de un oponente formidable, en medio de las tinieblas. un ser primordial, como lo demuestra su pertenencia al mar profundo de donde todo vino, y su especie reptiliana, es decir, todo lo que viene a representar el origen.
doré, consciente o inconscientemente, nos muestra de manera dolorosa e inequívoca el triunfo del varón y sus valores sobre la mujer y los suyos.
desde el principio de las organizaciones sociales humanas, se ha representado la figura femenina como creadora de vida y acompañada, defendida e inspirada por una serpiente, culebra o dragón, que representan precisamente la fuerza vital de la hembra, la libido de la mujer.
es algunos milenios después, cuando un nuevo orden mundial trastoca al anterior por medio de la fuerza, implantando el triunfo de lo masculino sobre la mujer, normalizándolo por las buenas, casi nunca, o por las malas.
y la prueba de su éxito es que consiguió que la mejor amiga de la mujer, según la biblia, fuera casi universalmente considerada un ser repugnante, que causa asco a veces sólo con su mención.
lo demuestran miles de testimonios arqueológicos que nos hemos acostumbrado a admirar sin analizar su contenido, como esta destrucción de leviathan que es mucho más que un grabado.