por estos patrios solares aún campean gentes de bien que sufren repentinos y vivísimos dolores cada vez que sus ojos gitanos se tropiezan con la bandera española, bueno, de españa, bueno, española porque es de españa, ese ente, que no lugar, porque de haberlo sido sólo geográfico no habría merecido un pestañeo, pero que gentes de la hierba mala convirtieron en hacha de talar miembros y castigar herejes, y por lo tanto hicieron de ese apelativo algo odioso.
yo, que a veces me vuelvo compasiva, intento explicar a los furibundos que el amor que ha nacido recientemente al calor del psoe y del pp, por ser español, español, español, o por esa bandera bicolor, a falta del morado, no tiene tanto que ver con la política como con el deporte.
les digo esto pero me engaño, porque todos estos que gritan que son españoles, españoles, españoles, en rigor, lo son.
tanto como los que gritaron vivan las caenas, como los firmantes del manifiesto de los persas, como los que formaron, brazo en alto, en el infame bando nacional, como los que cubrían con un capote de guardia civil la negra sotana para poder fusilar, también ellos, a algún rojo cabrón o roja emputecida.
aquí no hay nadie inocente. aquí nos conocemos todos bien. aquí el que grita viva españa, sabe lo que grita y lo que calla. y si no lo saben sus mentes, lo saben sus tripas.
y estos fantásticos y narcotizantes chavalotes metegoles son tan españoles como el que más, como dívar, y por eso no declaran la mayor parte de sus ingresos en españa, españa, españa, para no pagar impuestos que engrandezcan a su país. en eso se les conoce el patriotismo.
la que no es española, gracias, soy yo. así, no.
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