jueves, 17 de noviembre de 2011

un voto visceral

la injusticia es una cosa muy mala, como una de esas manchas que se empeñan en no salir a pesar de aplicarles los mejores productos de limpieza, y tozuda. es lo que tiene lo de vencer pero no convencer, que los vencidos  se aguantan pero no se conforman.

el que se pregunte sobre las razones del voto de los españoles tiene tarea ardua. el que quiera entender que la gente que ha sido despojada de sus bienes o de sus posibilidades de tenerlos, siga votando a sus verdugos, tendrá que hacer un análisis poco común. el que pretenda una lógica en el comportamiento contumaz de la mayoría de la población española, lo lleva claro.

nosotros no somos demócratas de toda la vida. mas bien no somos demócratas sino de manera anecdótica. la democracia nos la concedieron los mismos que nos la habían arrebatado recién nacida, pero no graciablemente. todo tiene un coste, y el nuestro fue decir amén a lo pasado, lo presente y lo futuro. y la gente será pobre y hasta miserable, pero no es amnésica.

en el estado español se vota con las vísceras. la injusticia de la no reparación y del no reconocimiento de los crímenes impide que se supere el trauma de la guerra civil. a pesar de que los políticos se las han arreglado para dar a la gente joven una cultura deficitaria, algo que siempre viene bien a quien ostenta o detenta el poder, que de todo hay, algunos recuerdan directamente o a través de testimonios temblorosos familiares, que una parte avasalló a la otra y eso es algo que no olvida nadie.

aquí se vota a derechas o a izquierdas porque a uno no le da la gana de que ganen los otros. aunque los tuyos te abran en canal, les das el voto, sólo para que no se lo lleven los contrarios.

hay un refrán muy ilustrativo de nuestra catadura, que dice:
yo me arranco un ojo si con ello tú te quedas ciego.

por eso empezaba diciendo que la injusticia es una cosa muy mala, porque ciega y aturde y da con nosotros en el suelo. pero, paciencia, porque las astas siguen entrelazadas y así seguirán cuando ya nadie recuerde qué lo inició.

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