en una peli argentina de hace años, la historia oficial, un profesor progre acusa con cariño a una colega del tipo tradicional que no se había enterado de los asesinatos de la dictadura militar:
"qué encantador es observar la credulidad de una burguesa..." (o algo así).
pues a mí me está pasando, y no me resulta exactamente encantador sino mas bien irritante, el espectáculo de la gente, burguesa, qué remedio, (hamburguesada, decía un amigo), cuando analiza los acontecimientos que están teniendo lugar en muchos lugares del mundo a tenor de la crisis.
estas respetables personas "pueden comprender" que haya mucha gente disgustada por quedarse sin trabajo, sin prestaciones sociales, sin vacaciones, sin futuro, sin casa... !hombre, se entiende el disgusto! pero que de ahí pasen a destrozar, a saquear, a aterrorizar... eso ya pasa de lo aceptable.
parecen creer que los insurrectos pretenden hacer unas gracietas y que se han pasado.
pues, no. la cosa no va de gracietas, va de que si el orden, el respeto, el trocito de tarta, siempre va a ser para otros, nunca para ellos, mejor lo mandan todo a la mierda y por unos días se sienten los reyes de la ciudad, temidos y no despreciados por una vez en la vida, capaces de interrumpir las vacaciones del premier, de "contar" para algo por fin. esto me recuerda, en lo de hacernos respetar lo que siempre será de otros, aquel slogan del franquismo que decía: "cuando el monte se quema, algo suyo se quema", y una revista de humor añadió: "..., señor conde".
pues yo declaro que no me gustaría que se me llevaran por delante a mí pero los entiendo. entiendo su odio, su furor, su decepción, su rabia, su desesperación, y no espero de los desesperados mucho miramiento porque, realmente, ellos no tienen nada que perder.
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