Madres Asesinas
Hasta la coronilla de observar cómo los ataques a las mujeres, misoginia total, se hacen eco en muchas mujeres.
Tengo que aguantar que en una jornada feminista no se haya pronunciado en toda ella la palabra hijo, maternidad o madre. Sí, en una jornada feminista, porque parece ser que las mujeres detestamos la maternidad.
No sería raro tampoco, el bombardeo antimaternidad es insoportable.
Hasta hace unos años, la maternidad no importaba socialmente casi nada, pero desde hace un par de décadas aproximadamente, desde que los hombres están interesados en ella, el bombardeo a las mujeres sobre la horripilancia que supone tener un bebé ha adoptado proporciones llamativas. Y en esto, el cine lidera.
Podemos hablar de Juno, cuya protagonista, Elle Page, organiza una especie de concurso para decidir a qué pareja le va a entregar a su hijito o hijita. Ahora, ya legalmente Elliot Page, intenta convertirse en varón. Está, como aparece curiosamente en el anuncio del año pasado, entre un tío y una tía, como algo en medio.
Interesante, oye.
Podríamos seguir con Tully, ese engendro de película donde Chralize Theron se empeña en convencernos de que tener hijos es lo peor que le puede pasar a cualquiera.
Curiosamente, ambas pelis han sido dirigidas por Jason Reitman y guionizadas por Diablo Cody. Qué obsesión, diría yo. Diablo hacía alardes hace años de lo bien que le había ido con el estriptease, como a Depentes con la prostitución, más o menos. Los han dejado en cuanto se han forrado, a pesar de lo que las empoderaba ser usadas por los hombres..
Y de ahí para delante. Poco después de Ama, Madres paralelas, La hija oscura, Malas madres, Mamífero, Alumbramiento, Tenemos que hablar de kevin… llegan para todas nosotras La virgen roja y Salve María.
No me creo que todo esto sea algo espontáneo, de ninguna manera.
Convencida como estoy de que el cine ha sido el arma principal de la colonización estadounidense del resto del planeta, las armas también pero sale más caro y es menos eficaz, veo la maniobra a distancia. Están apartando a las mujeres de la maternidad.
Y, como es evidente para cualquiera, (para cualquiera que no sea un imbécil que afirma desear que la especie se extinga), que los seres humanos deben seguir naciendo, la ecuación aparece clara, alejando a los bebés y a la maternidad de las mujeres, el mundo entero puede ser transformado.
Parezca o no raro, las mujeres somos y hemos sido la garantía de la existencia de valores, naturales en nosotras, que los hombres, vestidos de revolucionarios o de curas, han imitado con poco éxito.
Aquí hago un pequeño paréntesis para explicarme.
¿Qué predican los revolucionarios y los curas que no sean los valores que traemos las mujeres de fábrica? ¿La justicia, la compasión, los cuidados, el reparto, la solidaridad, el amor…?
(Los curas hasta se vestían de faldas para suplantarnos. Se quitaron la sotana cuando nosotras empezamos a ponernos pantalones).
Porque la catadura femenina no es cuestión de ideales sino de biología. Las mujeres, determinadas biológicamente para contener en nosotras a uno o varios individuos extraños, nos hemos conformado como seres tolerantes, desde la intimidad de nuestro sistema inmunológico hasta la mesa donde repartimos la comida entre todos ellos sin diferencias. Desde lo puramente físico a lo psicológico.
Este valor es con el que, en definitiva, llevan algunos milenios combatiendo los hombres. Como afirma la magnífica Riane Eisler en El cáliz y la espada, fue necesaria la eliminación de las mujeres como agentes políticos y sociales preeminentes, fue necesaria nuestra discriminación esencial, para poder implantar en las sociedades el resto de desigualdades y discriminaciones.
Las mujeres, como garantía de igualdad, equidad y justicia tuvimos que ser neutralizadas para poder imponer una sociedad jerárquica masculinodominante.
Y, como todo ser vivo tiende a su conservación y reproducción, las mujeres contenemos la capacidad de gestar y parir, a partir de la cual se generaron el resto de características. Así que pasmada asisto al fenómeno que parece ser que ha triunfado en las poblaciones de los países ricos y desarrollados, el rechazo a la maternidad.
Después del desprecio a nuestra naturaleza por parte de los varones durante el ya muy largo patriarcado, las mujeres lo han hecho suyo.
Acabo de ver en cine La virgen roja. Le comentaba a una amiga que querría saber cómo fue realmente el crimen que dio lugar a la leyenda.
La película, dirigida por Paula Ortiz, se basa en el homicidio o asesinato de una chica a manos de su madre.
La película de Mar Coll, Salve María, plantea los deseos parricidas de otra madre recién parida.
La generación femenina que menos hijos ha tenido en nuestra historia encuentra que su expresión artística la lleva a la exposición de casos de Madres Asesinas, por muy minoritarios que sean.
Y pasa con esto como con otras muchas contradicciones que estamos observando estos días, la de que lo que dicen las vanguardias intelectualoides no se compadece ni con la realidad mayoritaria de la sociedad ni con su propia práctica personal.
Es decir, que vuelve a ser mucha ideología woke y poca realidad.
Por supuesto que una mujer no es una mamífera cualquiera, pero tampoco estamos emancipadas de animalidad.
De hecho, y para humillación de muchas feministas que detestan ser madres porque simplemente no quieren, yo suelo chincharlas con el argumento de que ellas no querrán, es decir, su mente no querrá, pero el resto de su cuerpo sí, ya que las prepara mensualmente durante 40 años para serlo.
Y eso cuenta, sobre todo para sentirnos bien o no.
Rompo una lanza a favor de que las mujeres dejemos de creer lo que otros piensan que debemos ser y nos dejemos llevar por lo que nuestros cuerpos nos dictan.
Sin moñerías ni tontadas, las mujeres somos seres importantes, y en nosotras ha recaído la actividad más importante que cualquier ser humano puede ejecutar, LA MATERNIDAD. Así que menos hostias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario