Y dicen que la Catalina también lo quería
al Valentín antes de que la hiciera aquel crimen porque era un buen mozo, que
tampoco nadie entiende que echara a perder su vida por unos amores, sobre todo
que la chica lo miraba bien y lo hubiera escuchado si el Valentín hubiera dado
en hablar cabalmente pero parece que el muchacho no se veía con prendas para
casarse con ella pero sí para hacerle aquella faena, porque se ve que se había
desesperado por no tenerla, y su tío el Prudencio que era mayor no le dio buenos
consejos sino al contrario le calentaba la sangre con que aquella moza se la
iba a llevar otro del pueblo y él, el Valentín, bien tonto era respetándola
tanto para que la gozara otro.
Porque la ocurrencia de hacerle aquello no
fue cosa de repente de como quien dice verla pasar y cegarse sino que lo
planearon bien aunque luego todo les saliera mal, porque demasiado sabían ellos
que la Catalina salía aún de noche de su casa que a veces hasta el padre, el
tío Florencio, la acompañaba un trecho de oscuro que estaba, y con las primeras
luces del día que aún ni el sol había aparecido ya, se oían las zumbas desde el
pueblo y era la Catalina que llevaba sus ovejas a las suertes antes que los demás
se hubieran ni levantado porque ella miedo no tuvo nunca pero más le hubiera
valido tener un poco aunque si el Valentín y el Prudencio la iban a buscar las
vueltas igual lo iban a hacer de día que de noche, en el monte o en el río,
Y por eso pasó que los vió llegar y se
extrañó, pero más pensó que había pasado algo en su casa, que la madre llevaba
años en cama y venían a darle un recado, que a hacerle lo que le hicieron que
eso no se lo podía ni esperar del Valentín y del Prudencio que la conocían desde
niña y hasta eran medio parientes, y como digo, los dejó acercarse y aún se
arrimó ella para que le dieran el recado antes y poder bajar enseguida al
pueblo, pero estando ya cerca le extrañaba que ellos no la contestaran ni
parecían oírla cuando les preguntaba qué les traía por allí, y ellos parecía
que no la veían ni la oían, y eso a la Catalina le extrañó y se quedó parada
mirándolos subir la cuesta bien decididos sin levantar la cabeza de la senda
hasta que llegaron a ella, y el Prudencio sin mirarla la tiró al suelo y se
echó encima de ella pero como no se estaba quieta porque la Catalina tenía
mucha fuerza de trabajar desde chica luchaba con el Prudencio para zafarse de
él y mientras rodaban los dos por el suelo la Catalina miraba al Valentín que
tenía los ojos extraviados y no los apartaba de ellos, pero como el Prudencio
era más alto se impuso y le sujetó las piernas de ella con sus rodillas para
que las tuviera abiertas, que le debía de hacer mucho daño porque la había
tirado encima de las piedras, y con los brazos el Prudencio sujetaba los de ella, y como ella se vió
perdida empezó a llorar y a decirle al Valentín que la ayudara pero el
Prudencio también empezó a decirle a su sobrino que venga, que venga, que ahí
la tenía, que si era hombre o no, pero el Valentín estaba como alobado y no se
meneaba ni miraba para otro lado ni nada sólo la miraba a ella y a su tío pero
cuando el Lanas que era el perrillo de la Catalina empezó a ladrarle y él se
agachó como si fuera a coger una piedra para tir
ársela, el Lanas escapó aunque
el Valentín ni lo había mirado siquiera.
Entonces el Prudencio que se estaba
cansando y miraba hacia el pueblo por si subía alguno le dijo que se acercara
de una vez y por lo menos le sujetara los brazos y cuando el Valentín le preguntó
que para qué, para qué, pero se los sujetó, el Prudencio cogió el garrote que
llevaba siempre la Catalina y que había caído junto a ella y con una mano le
movió a un lado las bragas blancas y con la otra le metió el palo.
Cuando bajó la Catalina al pueblo ya
subían algunos a buscarla porque era ya tarde y el Lanas había bajado sólo y
lloraba, que algo malo se había barruntado el animalito.
castora martín
No hay comentarios:
Publicar un comentario