domingo, 4 de agosto de 2013

la nostalgia del cromosoma Y

el rol masculino está en entredicho.

aunque parezca mentira, los valores sociales están cambiando a favor de las mujeres, y los hombres  están empezando a abandonar  la posición cómoda que detentan hasta el momento.

se especializaron en testosteronizarse, uffff, es decir, se especializaron en la eficiencia a corto plazo, y les ha ido funcionando como demuestra la polarizada situación mundial actual, pero la cosa parece que no va a dar para más.

como para todas las dictaduras, la masculina sobre las mujeres lo es, el aliado ha de ser el secretismo y la oscuridad. la luz perjudica seriamente su salud, de tal manera que los avances en tecnología, en investigaciones, por más que tengan su propio objetivo, expanden su efecto a los demás órdenes sociales y personales, y van alcanzando efectos quizá indeseados para el que los promueve.

de esta forma, los hombres van viendo desprestigiarse su papel, su rol, su esencia. los mejores de entre ellos comparten este cambio ideológico, incluso lo promueven, pero eso no evita que ante ellos se abra un horizonte borroso que, de momento, no les permite sino ir dando pasos vacilantes carentes de perspectiva, o, en el peor de los casos, un aferrarse al antiguo modelo de forma exacerbada, como si la contumacia no  fuera una aterrorizada huída hacia delante.

durante las vacaciones, es fácil observar parejas heterosexuales de jóvenes, aunque supongo que entre las homosexuales será equivalente, cuya parte masculina acomete las tareas de los niños e incluso del hogar, de forma casi exclusiva, ansiosa, mientras la parte femenina lo contempla con indolencia. 
podría decirse que tiene lógica porque durante el período laboral los hombres no suelen tener tiempo para hacerlo pero es curioso que durante las vacaciones no pretendan seguir librándose de estas tareas como hacían nuestros padres para enfado de nuestras madres.

no, lo cierto es que los varones están imitando los valores femeninos, están intentando convertirse en mujeres porque la soledad incomunicable a que les somete la sociedad que han colaborado en crear les produce una espantosa vaciedad y miran con envidia la comunicación entre nosotras, el consuelo que nos damos y recibimos de nuestras congéneres, la plenitud que nos confiere un destino creativo por excelencia, incluso aquellas que no han llegado a procrear pero que lo viven como el resto de la parte femenina de la especie.

y esta vocación feminizadora de los hombres no se limita a lo social o lo psicológico sino también a lo biológico, vistos los bajos niveles de carga genética que transmiten sus espermatozoides y que sigue descendiendo de manera notable.

como si esa humilde patita que perdió un día un espléndido cromosoma X convirtiéndose de esta manera en una Y se lo estuviera pensando y sintiera cierta agridulce nostalgia de retorno a la completitud.



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