ser de izquierdas o de derechas no es, naturalmente, una cuestión baladí.
lo es que yo me ponga para salir a cenar esta noche un vestido verde o unos pantalones de pinza, pero ser de una ideología o de su contraria no sólo no es baladí sino que es capital.
y tanto lo es que se esfuerzan denodadamente aquellos que tienen mucho interés en que no pensemos nada de nada a ser posible, y si no es posible tal vaciedad mental, por lo menos que la ocupemos con estupideces inocuas y protocolarias.
hay muchas maneras de situarse en el mundo. dos de ellas son la manera individualista y la manera socialista. y ruego al que lee esto que prive de las connotaciones actuales consabidas a la palabra socialista, tan alejadas de su etimología, y le dé la que se opone a aquel que sólo se preocupa de sí mismo y su propio bienestar.
una puede creer que tiene derecho a ser como a cada cual le dé la gana. yo no lo creo pero podría pasarlo por alto si el individualista fuera consecuente y no aceptara nada de lo que la masa de socialistas han reclamado para todos. como no lo rechazan, en mi opinión quedan descalificados para oponerse.
la cada vez mayor cantidad de personas que exhiben su supuesto apoliticismo me deja patidifusa, que es una palabra que significa quedarse parada de asombro o difusa de patas, digo yo. patidifusa y cabreada como una mona de gibraltar al observar que la desvergüenza del personal parece no tener límite.
dicen que no entienden de política pero votan. ¿por qué? si no entienden no deberían votar porque a mí, que sí entiendo, me vinculan con su voto.
y para mayor desgracia, constato que hay un único concepto sobre democracia que sí han entendido, que es el de la mayoría. y como para eterna vergüenza nacional son mayoría los satisfechos ignorantes, los demás, o nos quedamos reconcomiéndonos en un rincón o les hacemos la pelota, que ya tiene lo suyo.
yo me descubro esforzándome por ser inteligible en mis planteamientos, básicos, no creáis, ante una caterva desconfiada y maliciosa de gente variada que en cualquier momento se cansa de escuchar o de hacerme caso y se vuelve a su gran hermano o la oprobiosa actividad que esté de moda en el momento, con la indiferencia olímpica del que no sabe una mierda ni le importa.
chiste:
- ¿a ti qué te molesta más la ignorancia o la indiferencia?
- ni lo sé ni me importa.
pues eso.
el que sabe algo, el que se ha esforzado un poco por entender el mundo en que vive, es el más trágico personaje de la galería de horrores humanos. obligado por su capacidad analítica a contemplar con cierta sagacidad las cuestiones que le rodean, padece la maldición que apolo echó sobre la cabeza de casandra, la de tener razón pero que no le haga puto caso ni dios.
da, de hecho, un poco de pena. cuando empieza a hablar, dándose cuenta de que la paciencia del ignorante se colma pitando, intenta desarrollar su argumento a toda leche, mirando horrorizado cómo su escéptico auditorio pierde la concentración y se distrae, así que termina su alocución balbuceando de manera triste y poco brillante, de tal forma que parece dar la razón a los que le consideraban desde un principio como un pelma de cuidado y nada más.
nunca se me olvidará un episodio de una novela de landero en la que un intelectual intentaba dar una conferencia en un pueblo, y al que el auditorio con desparpajo espetó:
¡venga, leches, que es pa hoy!
que los demás no tengan ninguna otra teoría que exponer o debatir, no parece minar su osadía e impertinencia lo más mínimo. en realidad saben que son la mayoría, y que eso va a misa.
pero que no se engañen ni crean que nos engañan a nosotros. son de derechas.