el ser humano es el único ser en la naturaleza, por lo que sabemos, (que yo respeto mucho la cantidad de cosas que ignoramos) que hace planes, no ya de futuro, pleonasmo que popularizó el ínclito felipe gonzález, chulo entre los humildes, humilde entre los chulos. bueno, sigo, que hace planes de largo alcance, y hace tantos planes y de un alcance tan fabuloso, que se acojona.
se acojona y echa mal las cuentas, o las echa bien pero le salen mal. voy a intentar que se me entienda y tenga cierto rigor lo que escribo porque si dejo que mis neuronas salgan de caza intuitiva de una pieza algo espectral, puede ocurrir que recorra todo un bosque de ideas sin lograr ver ni un árbol.
por lo tanto, y para que se me comprenda mejor, expongo uno o dos ejemplos. el de la esperanza de vida de una determinada población y el ya famoso de la cantidad de pollo que come una determinada población anualmente, de donde se calcula que los habitantes de esa población engullen 20 pollos al año, pongo por caso, cuando la realidad es que muchísimos de ellos se comen uno a la semana, lo que haría 54 al año, y otros muchísimos más, ni lo prueban.
pero si la media sale 20, o la cifra que sea, puede ser muy útil estadísticamente para, por ejemplo, averiguar cuántas granjas avícolas hacen falta, y si es para eso, pues me callo.
ahora, en cuanto al ejemplo de la esperanza de vida, pido a cualquiera que no tenga una funeraria que explotar o cualquier otro negocio similar, que me explique para qué demonios sirve.
porque saber que las españolas que nacen estos días (el cálculo se hace cada cierto tiempo, pero siempre referido a la gente que nace ahora, no a los que llevamos unos añitos por aquí), tienen una esperanza de vida de 83 años, da pie a más errores que ventajas, sobre todo si una pretende hacer de la estadística una aplicación práctica, o sea, una aplicación.
primero, no sirve de nada porque te pilla un coche mañana y te vas al hoyo aunque te falten 30 años para alcanzar la cifra que te corresponde.
segundo, a las mujeres actuales nos sirve de menos aún porque hemos sido inoculadas del mal de la invisibilidad, que cursa con el síntoma de considerar hábiles sólamente los dos primeros cuartos de la esperanza de vida calculada, y no de la totalidad de la misma, lo que convierte la segunda mitad de ésta en un largo, con suerte, período confuso e informe durante el cual cada una hace lo que puede, improvisando, dado el poco interés que suscita la vida de las mujeres a partir de los 45 años aproximadamente.
que una mujer haya vivido 46 años, por ejemplo, no significa, como podría parecer, que le falten casi la mitad de experiencias por vivir, la mitad de carcajadas que soltar, la mitad de lágrimas que verter o más de la mitad de polvos que echar (porque hasta los 15 por lo menos no echas ninguno), de la totalidad de su vida.
no. probablemente, no pasen de un 20% estos últimos, de un 30% las experiencias y las risas, aunque sí es probable que tengas motivos para verter más lágrimas de las que suponías que pudieran salir disparadas de tus sacos lacrimales.
así que por más que lo pienso, no consigo entender la utilidad estadística cuando se refiere a asuntos personales.
es más, creo que unos padres medianamente responsables, deberían poner todo su empeño en hacer comprender a los aprendices de adultos que tienen a su cargo, que deben vivir como si fueran a morir al mes siguiente, para que cuando de verdad llegue esa hora, tengan la sensación de haber vivido mil años.
vale.