sábado, 26 de enero de 2013

el pueblo en su laberinto

nos estamos equivocando de estrategia todo el tiempo.

creer que sobre unas coordenadas capitalistas, basadas en la explotación de seres humanos, animales, vegetales y minerales, se puede construir algo medianamente soportable, es una ingenuidad o un inmundo ejercicio de cinismo. y conste que no me parece más criminal una cosa que la otra, porque a determinadas edades la ignorancia (ingenuidad del adulto) es siempre dolosa.

con una adecuada narcosis social, inducida interesadamente por los poderes financieros y derivados, como las iglesias, se consiguen poblaciones dóciles ante el poder e indolentes éticamente.

la narcosis corre a cargo de las seguridades en todos los ámbitos. estamos pertrechados contra las enfermedades, contra la violencia, contra la vejez, contra el frío, contra el hambre, contra la muerte...

solo que es mentira, una gran mentira. en realidad nadie te garantiza nada porque no es posible. todo es un juego de apariencias para confortar los corazones pusilánimes como los culebrones consuelan de la penuria espiritual.

pero hay gente que gana mucho con nuestra dejación de responsabilidad. ganan lo que nosotros perdemos. la autonomía y autoestima que les vendemos barato, ellos las convierten en oro, o sea, en poder.

nos queda la autocomplacencia. nos situamos en un mirífico lugar intermedio en el que no somos ni muy tontos ni muy listos, ni muy buenos ni muy malos, ni muy inconscientes ni totalmente conscientes, ni muy cómplices ni poco. estado compatible con un ir tirando vegetativo, que nos permite girar hacia la fuente de energía necesaria para la supervivencia (la vida es otra cosa), como hacen los girasoles en su eterno recorrido seguro y sin sorpresas.

nunca recuperaremos la categoría de seres conscientes y responsables participando de los planes de quienes nos quieren pastueños y adaptados. 

la consciencia es la brújula que nos indica si nos estamos equivocando o no, y es mejor no adormecerla si queremos cambiar las cosas. 

no podemos seguir jugando con las cartas que nos proporcionan actualmente si no queremos jugar a su juego. 
no podemos aceptar las premisas que se nos brindan como incontrovertibles, porque no lo son.
no debemos mirar lo que nos rodea con la perspectiva interesada del poder.
tenemos que situarnos en otros lugares si queremos ver otras cosas.
tenemos que inventar nuestra propia visión de las cosas. 
no existen términos medios confortables para las personas. 
o somos conscientes y nos ponemos a ello, o somos tristes girasoles.

ése es el trato.