martes, 19 de julio de 2011

el deseo y la espera

la vida está compuesta también de extras. yo llamo así a las pequeñas cosas extraordinarias que suceden casi todos los días y que son como las especias para una comida sosa.
no puede una esperar a diario un menú de boda, también eso cansa, es necesario el contraste que dé relieve a la planitud circundante, el camino de baldosas amarillas, las gotas de perfume que esconden su olor en el pliegue del cuello o en algún rinconcito del cuerpo. esos son lo que yo llamo mis extras. reconozco que sin ellos tendría más días grises de lágrima fácil, pero ahí están.

puede ser la canción que te gustaba de adolescente y que hace mil años que no oyes y que de pronto, zás, !no es posible! la radio te dice: adriano celentano y su eterna azzurra! no lo puedes creer porque es que justamente estabas pensando en que darías un brazo por oírla de nuevo.

claro que ahora con internet y su arma secreta google ese extra está a punto de irse a pique, pero no, yo soy una fanática del deseo y de la espera. ni se comen fresas en otoño ni se baja una el primer capítulo de la nueva temporada de house.
no me cuesta trabajo esperar, me cuesta cierta angustia pensar que puedo tenerlo todo cuando a mí se me antoje, a destiempo. y además, es una mentira.

bueno, entro en materia contando un extra de estas vacaciones. voy por un camino rural bajo una solanera de castigo, sientiéndome pelín miserable y a punto de secarme para siempre, cuando mi hocico de mono atrofiado me informa de una fragancia cercana.

huele a higuera!

un vistazo alrededor y aparece la culpable a pocos metros de mí, asomándose tras una pared blanca. me acerco a ella como hipnotizada, embriagada de dulzor. ante mí, un montón de higos reventones exhiben su gotita de miel. están empezando a abrirse ellos solitos, plenos! un día más y su vida frutal se habrá colmado inútilmente, caerá sobre el polvo y desaparecerá en poco tiempo. llego a un acuerdo con los higos: yo daré sentido a su vida y ellos a mi estúpida caminata.
con su permiso, voy escogiendo los más maduros y me los meto en la boca con ansia. cuando me tranquilizo un poco oteo alrededor y observo a un pájaro que me mira mal. se ve que se los estoy quitando, quizá tenga cuatro o cinco piquitos que alimentar, así que alcanzo otro acuerdo con él: yo cogeré los de las ramas bajas y le dejaré los de las altas.
ya sé que no se fía, que esperará a que me vaya, pero no importa, me marcho enseguida porque mi día ya está arreglado.
el árbol, el pájaro y yo. es italia. tiene sentido.

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