dudé un momento.
-fernando conde, ¿me recuerdas?
yo a él, sí, y eso que iba para veinte años sin vernos. no, quince, no más de quince.
cuando dejamos de vernos, fernando era un hombre maduro pero joven, con poco pelo y muy rico. yo, entonces, enamorada de otro, no le hice ojos, pero él siguió mirándome embelesado en cada encuentro, forzado, eso sí, por el trabajo de ambos.
fernando estaba casado entonces pero esa circunstancia no parecía perturbar sus intereses conmigo. tampoco a mí importaba si lo estaba o no.
me miró con detenimiento y por fin sonrió.
esa tarde llegué con retraso a mi clase de canto, ésa y muchas más porque fernando y yo nos hicimos amantes. se lo debía a él.
un año después rompió conmigo, me dijo que su mujer estaba enferma y quería acompañarla hasta el final. se lo debía a ella.
parece que somos de los que pagan.
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