martes, 8 de octubre de 2019

crítica de Mientras dure la guerra

mientras 
dure 
la 
guerra

la última película de amenábar




cuando me enteré de este rodaje me pregunté si el director era consciente del lío en que se metía.
para empezar, unamuno era un tipo antipático, engreído y desaforado que, como tantos intelectuales, creen que las cosas pasan en el mundo para irritarlos precisamente a ellos.
este ensimismamiento los lleva a anteponer su ego a cualquier otra consideración.

ilustra esto que digo una escena de la peli en que don miguel está hablando por teléfono supuestamente con algún miembro del gobierno republicano o personaje importante, cuando grita:

yo no he traicionado a la república, la república me ha traicionado a mí.

¿se puede ser más egocéntrico? pero es que además el filósofo había ayudado al golpe económicamente y lo había apoyado. formal e institucionalmente.
vaya, para ser un tío tan listo no lo vió venir.

toda la gente de izquierdas de españa se sabe la anécdota del 

venceréis pero no convenceréis. venceréis porque tenéis la fuerza bruta...

la vanidad del personaje puede compararse a su ingenuidad, que no a su inocencia. inocente no lo fue nunca. 

y hay que reconocer que así lo muestra amenábar, y hay que ser valiente para hacerlo, pero es conveniente que las heroicidades sean imprescindibles, y no estoy segura de que esta película lo sea.

así entro en la crítica sucinta de la obra cinematográfica. si tengo que resumir diría que aburre un poco, carece de ritmo, nos muestra escena tras escena sin que ello suponga una progresión en la historia. y pasa esto porque toda la película espera impaciente el enfrentamiento del filósofo con el militarote millán astray.

lo interpreta eduard fernández y lo hace muy bien, lo que pasa es que es un personaje que hace gracia, que es gracioso, vamos. y como personifica al villano, queda raro.

lo han atrezado como a un esperpento, al menos en la acepción que al vocablo le daba mi madre, estrafalario, astroso... y no dudo de que el tipo fuera realmente así, pero en la película resulta excesivo. las obras de arte deben traicionar a la realidad lo que haga falta para conseguir que representen exactamente lo que el director pretende mostrarnos. si los hechos son ciertos, bien. si no lo son, bien, también.
claro que estamos hablando de la guerra civil que en españa aún no ha terminado y no puede uno arriesgarse a que le dé una bala perdida.  

¿no bastaba con que fuera tuerto, cojo y manco?

mientras esperamos el tierno momento en que un intelectual de renombre mundial reivindica al bando republicano, se nos sazona la escena con momentos de tal vileza del protagonista que llega a provocar asco y vergüenza: no defiende a sus amigos, niega ayuda a una viuda que se lo suplica, pretende no enterarse de nada...

al llegar el clímax, no sé si los mismos protagonistas del film se han contagiado del estado anímico que han provocado, el caso es que la escena culminante es floja, escasa, titubeante... da igual, el espectador de izquierdas siente aversión por el tipo y el de derechas lo ha sentido desde el principio.

así que debo preguntarme qué ha pretendido el afamado director de películas al rodar ésta.

no es un relato equidistante de los dos bandos, nada lo puede ser, pero quizá amenábar ha pensado que hacía un favor a la causa progresista al mostrarnos a un tipo consagrado que aún habiendo apoyado a un bando, queda aterrorizado al verlos actuar y se pasa al otro. 

porque claro, alguien que grita viva la muerte o muera la inteligencia, tiene que ser un necio y probablemente malo.
aunque hay que recordar que todos los grandes militares, y religiosos, por cierto, de todos los tiempos han hecho lo mismo, glorificar la muerte y despreciar al que piensa.

en fin, en mi opinión, alejandro amenábar se ha colado de medio a medio, ha perdido una bonita oportunidad de aportar luz a las tinieblas, y yo saco la conclusión de que estas lecciones históricas no sirven a nadie.

con la falta que nos hace entender algo.