el pueblo loco de silencio pavoroso
se tiñe de rojo oscuro como las heridas
antiguas de sangre seca y polvo negro.
los muertos se aburren tanto de de las esperas en vano
que pasean los tejados dando sustos a los niños
que profieren palabrotas.
no resisten tanta ausencia sin explicación alguna
los espacios que crearon con mucho esfuerzo los viejos
y que sólo se mantienen por orgullo.
qué patético el eco de las palabras no dichas,
qué vacío el pecho que sólo alberga el aire
de los pulmones en respiración mecánica.
tan sólo un pueblo fantasma,
una cuerda de muertos vivientes,
una luz titilante en el fondo del páramo,
una población inerte que se finge piedra
y acude solícita al molino.
tal es mi tierra.