sábado, 22 de diciembre de 2012

ni prudencia ni templanza

estoy seca. 
seca de comentarios, de reflexiones, de sueños y de delirios porque todo ello se me ha enredado y hecho un nudo muy apretado, y se me ha atravesado en la garganta. 

a ese nudo lo he llamado sanidad.

no puedo pensar en nada que no sea el atraco a mano enguantada, y armada cuando hace falta, de lo que para todos es esencial, como no puede serlo de ninguna otra manera, porque si nos quedamos sin vida nos quedamos sin nada, cosa que sabemos todos, hasta los creyentísimos y los cretinísimos, sólo que éstos suelen intentar engañar a los demás y hasta engañarse a sí mismos, aunque nunca lo consiguen. 

y poniéndonos en un virtuoso estadio medio, no hace falta que nos quiten la vida en nuestra totalidad, cosa que por otro lado haría más llevadero el futuro, sino que bastaría con que una persona de nuestra cercanía, de esas que te animan a madrugar, a corretear durante todo el día, a vivir, una de esas sin las cuales este corral de por sí apestoso, estaría, además, nublado, recibiera la noticia siniestra de que el dolor y el sufrimiento, le calientan la nuca.

todo queda barrido ante la eventualidad de perder la salud, todas las proporciones se deforman, las sombras adquieren proyecciones inusuales y las luces se vuelven cegadoras. nada vuelve a ser lo mismo. las cosas dejan de tener sentido y el sentido común desaparece, o se impone quizá. se impone en la forma avasalladora de llenar de odio los huecos que los infames, como gusanos que son, nos horadan al quitarnos la alegría, la generosidad, la comprensión y el raciocinio.

las personas asustadas y doloridas somos muy peligrosas. cuando tenemos un resquicio con apariencia de justicia, nos agarramos a él y nos conformamos. cuando no existe ese resquicio que le permite escapar, hasta un ratón se enfrenta con un tigre. y no siempre vence el tigre.

que no espere nadie de nosotros ni prudencia ni templanza. golpearemos cruel y certeramente a aquéllos cuya codicia los ha convertido en los intrusos de nuestra especie. 

al menos, de mí, que ya estoy seca.