en realidad, los niños nunca han tenido mayor importancia para la sociedad.
tradicionalmente, se los ha alumbrado para que ayudaran a los padres en sus diferentes necesidades, trabajo, ayuda en la vejez etc.
desde la década de 1960 aproximadamente, sin embargo, parecía que todo había cambiado por acción de la píldora anticonceptiva que daba a las mujeres la posibilidad de tenerlos o de evitarlos. entonces, cuando se los tenía constituían un bien precioso al que se dedicaban los mimos y los cuidados.
un niño puede ser un juguete, una promesa, un estorbo, un vehículo de eternidad... puede serlo todo excepto un ser humano con los mismos derechos que los adultos, con la misma capacidad de sufrimiento y de goce y con todo el derecho natural a las leyes que cobijan al resto de la sociedad a la que pertenecen.
tendemos a creer que los sufrimientos de los bebés se pierden en el espacio sin dejar huella, es decir, que la falta de memoria consciente hace de ellos humo inconsistente.
cierto que sigmund freud alumbró ciertas zonas de la personalidad que indicaban, más o menos, que no todo es lo que parece. o lo que interesa. pero eso no repercutió nada en el tratamiento que los niños han seguido mereciendo.
¿por mor de qué circunstancia, podemos pensar seriamente que los bebés deben estar por esencia al servicio de los mayores?
para no decepcionar a los que me conocen apuntaré que el patriarcado no es para nada ajeno a ello.
el pater familias es el propietario de toda la familia, incluídos en ella la esposa, los hijos, las hijas, los fámulos, sirvientas de toda especie, animales y tierras. y los alrededor de 4000 años de patriarcado que según las investigadoras y arqueólogas han conseguido demostrar, llevamos de este régimen, ha servido estupendamente para asentar un régimen familiar que se caracteriza por el valor descendente que tiene cada miembro partiendo del padre y acabando en la más inocente gallina.
la cuestión de la universalidad de esta realidad apoya la naturalidad con que nos hemos tomado la situación. pero aunque nos hayamos habituado a ella no por eso dejamos de estremecernos ante su exposición y su experiencia cotidianas.
la falta de prestigio social de las mujeres bajo el patriarcado provocó hace mucho el escaso valor que las mujeres y los niños, nuestros frutos, tienen para la sociedad. incluso para nosotras mismas no dejaban de ser una carga que nos ataba más y más a una servidumbre insoportable. niñas y niños se nos agolpaban reclamando comida, mientras éramos incapacitadas para tener propiedades o buscar el sustento de manera digna y legal.
bien, la fortuna de los bebés ha arribado a una playa aún desconocida por la sociedad hasta el momento, la práctica de la COMPRAVENTA DE BEBÉS.
no es un cambio cuantitativo en nuestra sociedad, no se trata de la venta de un ser humano, cuestión ya de por sí abyecta, se trata de una práctica comercial que interrumpe violentamente la formación de esos niños y niñas. el cambio que pretenden introducir es cualitativo.
la incompetencia ética de los mercaderes de personas, junto a la irresponsabilidad culpable de los compradores y de las vendedoras, abocan a esta nueva moda a la aparición de criaturas desconocidas e inmaduras que además lo serán siempre.
quizá desconocen que la cría humana nace enormemente inmadura debido a que la bipedestación de las hembras sapiens redujo considerablemente el diámetro del canal del parto, motivo por el que los bebés humanos nacemos prematuramente, a menos de la mitad del tiempo de gestación necesario para nuestra especie para madurar.
los mamíferos, especie a la que pertenecemos, nacen con un cerebro que pesa la mitad justamente de lo que pesará ese mismo cerebro cuando sea adulto. eso ocurre en los niños sapiens cuando el pequeño tiene 21 meses. es decir, la hembra humana debería gestar a su bebé hasta los 21 meses, o sea 12 meses más de lo que lo hacemos.
el tamaño del cerebro tiene su importancia, como todo lo que sucede en la naturaleza porque ha sido ensayado innumerables veces, porque debe organizar las funciones que los organismos ejecutan constantemente.
los doce meses que faltan para la totalidad de la gestación se llama período de gestación extrauterina o exterogestación, y deben transcurrir en contacto contínuo de madre e hijo o hija. con ese contacto se garantiza la formación de un sistema inmunológico competente, del sistema de control emocional, de numerosas conexiones neuronales, de funciones gastrointestinales importantísimas, de un sistema renal competente...
¿y por qué deben realizarse en unión permanente y única del bebé y su madre? ¿por qué no vale cualquiera?
porque el alumbramiento supone un reto muy severo para el niño, y sólo la continuidad de éste con mamá, de quien conoce el olor, el tacto, la voz, la respiración, porque forma parte de ella! garantizará una saludable formación del pequeño, sin estrés adicional que reste energía y recursos a los órganos y funciones que están aún por culminar.
estrés que por fuerza le provoca la separación brusca y definitiva de su madre, el desconsuelo y terror absolutos de ser arrebatado por brazos desconocidos, ajenos, que nada pueden aportarle de lo realmente imprescindible.
que de adultos no podamos recordar los primeros momentos de la vida con el cerebro consciente no significa que no queden impresos en nosotros todas las experiencias de ese período temprano de la infancia. el cuerpo no olvida nada, y los primeros momentos son los más importantes de la vida, de forma que es una irresponsabilidad y una gran necedad afirmar que se puede comprar un bebé y suplantar a su madre, y que no va a pasar nada.
esta infame práctica, que el neoliberalismo, la superficialidad de gran parte de la sociedad, y una izquierda aberrante, quieren implantar en muchos países, cambiará de forma incalculable muchas cosas, si no la evitamos.
las mujeres necesitamos que se reconozca científicamente la realidad de las consecuencias posibles de este asalto a la dignidad de las personas, a nuestra propia naturaleza y a la salvaguarda de nuestros hijos e hijas.
porque son nuestros.