voy a empezar diciendo lo que quiero decir sin circunloquios, y luego explicaré por qué lo de los circunloquios.
las mujeres tenemos una sexualidad muy diferente de la de los hombres, en todo, en fondo y forma. quizá hasta sean opuestas.
la sexualidad masculina, en lo que yo sé por experiencias y observación, es finalista, es decir, se limita a meter y, una vez dentro, a moverse lo necesario para desprenderse de unos cuantos miles de espermatozoides. y de forma más o menos educada, salir corriendo para buscar el siguiente objetivo.
por otro lado, nosotras necesitamos ser seducidas antes de entregarnos porque lo que las mujeres nos hemos jugado en cada coito a lo largo de la historia era frecuentemente la vida. así pues, no sólo no queremos salir corriendo una vez ha terminado el encuentro sexual, aunque ellos, sí, sino que nos sentimos muy dolidas, y casi engañadas, cuando lo hace el tío.
la peor pesadilla se objetiva en ese supuesto abandono porque, y ahí va el lema de esta entrada,
la peor pesadilla se objetiva en ese supuesto abandono porque, y ahí va el lema de esta entrada,
las mujeres damos sexo porque queremos amor
y los hombres dan amor porque quieren sexo.
bueno, de esta forma ninguno de los dos sexos queda totalmente satisfecho ni tampoco totalmente desairado, como debe ser.
como debe ser y como es.
la existencia de nuestra especie depende de contratos como éste.
y son contratos que no se deben romper, y si hay que modificarlos, tendrá que ser al ritmo que tolere nuestra condición.
no se pueden tomar atajos ni se pueden suprimir etapas en los cambios de las personas. los cambios culturales ocurren a mucha velocidad, basta una revolución para imponer otra cultura, la que sea, pero los cambios biológicos ocurren muy despacio.
nuestra biología no se la juega, un paso en falso en la especie, un cuello de botella catastrófico, y desaparecemos como cualquiera de las miles de especies animales que han desparecido desde el inicio de la aventura.
por lo tanto, la disparidad o falta de armonía entre nuestra biología, nuestros imperativos biológicos, y las modas culturales, nos llevan al conflicto.
el conflicto nos lleva al estrés y éste al fracaso, sea cual sea el resultado.
en la actualidad más actual, o sea, en la experiencia de nuestros púberes o adolescentes, o en la actualidad normalita, la de las mayores, la actividad sexual ha tomado tal relevancia que sólo imagino que estaría justificada si la humanidad se enfrentara a su desaparición.
pero no, nada más lejos de eso. somos 7000 millones y subiendo.
muchas crías de 11 años hacen, más o menos voluntariamente, felaciones a sus compañeros por 1 euro.
noticia de ayer en varios colegios de francia.
como no puedo imaginar que a una niña de 11 años le apetezca realmente, o sea, tenga la pulsión sexual de chuparle la polla a nadie, tengo que suponer que hay algún otro tipo de mandato que las lleva a ello.
¿por qué creo que no le puede apetecer? porque las mujeres necesitamos un ratito de seducción, el que evolutivamente nos convenía para constatar que el macho en cuestión era de fiar.
¿por qué creo que hay algún otro tipo de pulsión? pues porque lo hacen.
¿por qué creo que no le puede apetecer? porque las mujeres necesitamos un ratito de seducción, el que evolutivamente nos convenía para constatar que el macho en cuestión era de fiar.
¿por qué creo que hay algún otro tipo de pulsión? pues porque lo hacen.
uno de esos mandatos es sin duda la imposición cultural dogmática de que las mujeres tenemos la misma sexualidad que los tíos. en aras de una supuesta igualdad, también nosotras tenemos que desear permanentemente el sexo. y de ahí no sacas a muchas compañeras feministas.
y cuando queda claro que la niña no se ha empoderado en absoluto con esa actividad, la explicación nunca es que nosotras no deseamos así el sexo porque biológicamente para nosotras es disfuncional. el mandato actual considera que eso sería un retroceso, de forma que no, la explicación debe ser que aún no estamos suficientemente liberadas.
y ahí nos tienen los tíos, donde nos querían. siempre disponibles, siempre ansiosas, dipuestas a prescindir de los afectos de nuestros compañeros de cama.
por supuesto, esto es una barbaridad que ni funciona para nosotras ni funciona para ellos.
el componente de predación, de conquista, que todo macho desea, pierde mucho interés si es ella la que lo aborda.
y para nosotras no es mejor. algo que durante toda la evolución se consideró una conducta de riesgo, razón por la que las hembras hemos solido ser selectivas, se convierte en una trivialidad que se concede a cualquiera.
con la consecuente frustración en ambos sexos.
lo que me preocupa de toda esta situación no es la parte moral sino la parte en que la naturaleza femenina se pierde**, se diluye en un montón de prácticas masculinizantes, se difumina como esencia humana.
para acabar poéticamente:
nuestra naturaleza se perderá como lágrimas en la lluvia*.
*esto es de blade runner, y viene realmente al pelo.
la fotografía es Sakuntala, el abandono, de la escultora camille claudel
**bien pensado, las dos cosas son lo mismo
y ahí nos tienen los tíos, donde nos querían. siempre disponibles, siempre ansiosas, dipuestas a prescindir de los afectos de nuestros compañeros de cama.
por supuesto, esto es una barbaridad que ni funciona para nosotras ni funciona para ellos.
el componente de predación, de conquista, que todo macho desea, pierde mucho interés si es ella la que lo aborda.
y para nosotras no es mejor. algo que durante toda la evolución se consideró una conducta de riesgo, razón por la que las hembras hemos solido ser selectivas, se convierte en una trivialidad que se concede a cualquiera.
con la consecuente frustración en ambos sexos.
lo que me preocupa de toda esta situación no es la parte moral sino la parte en que la naturaleza femenina se pierde**, se diluye en un montón de prácticas masculinizantes, se difumina como esencia humana.
para acabar poéticamente:
nuestra naturaleza se perderá como lágrimas en la lluvia*.
*esto es de blade runner, y viene realmente al pelo.
la fotografía es Sakuntala, el abandono, de la escultora camille claudel
**bien pensado, las dos cosas son lo mismo