Un peso muerto
Los humanos somos sociales por naturaleza pero sobre todo por
vocación. Ha sido esta vocación de socialización lo que nos ha hecho lo que
somos.
Pero ocurre que no todos vamos al mismo ritmo, hay gente que
empuja, que inventa, que tira del carro de todos, y hay otros que se dejan
llevar, no inventan nada y esperan a ver si a los que se han arriesgado les ha
salido bien o mal la aventura para sumarse a los beneficios que la cosa les
pueda reportar.
Demostración.
En las últimas huelgas que se hicieron en sanidad, en Madrid,
hace unos pocos años, la participación no fue alta, se ha perdido la cultura de
la lucha en conjunto, pero aún así, hubo mucha gente que aunque no hacía
huelga, sí colaboraba aportando algún dinero a las que sí la hacíamos. Bueno, a
las huelguistas nos quitaban bastante dinero en la nómina por cada día sin
trabajar, y algunas compañeras que desconfiaban de volver a ser contratadas si
se sumaban, o no querían o podían hacer lo mismo, la vergüenza las empujaba a
colaborar con algún dinerillo.
Y había otras que aunque se habían jactado de la enorme casa
en que vivían su familia y ellas, o el cochazo que habían comprado o las
vacaciones marbellíes que gozaban todos los años, no les daba la gana de hacer
huelga o de aportar a la caja de resistencia, sin dar explicaciones, cosa a la
que desde el punto de vista legal no estaban obligadas, desde luego, pero desde
el punto de vista de la decencia no hubiera sobrado lo más mínimo.
Puestas aquí, una se plantearía que, al menos, al finalizar
el conflicto y conseguirse lo que se pedía, esta gente desdeñaría obtener un
beneficio que no se habían molestado en pelear, aunque fuera por un poco de dignidad,
pero eso no lo he visto ocurrir nunca.
Sencillamente, no tienen vergüenza, les mueve aprovecharse
del trabajo y sacrificio de los demás.
Literalmente, son un
peso muerto.