me quiero ir de este país porque me duele más allá de lo razonable.
no me iré, de todas maneras.
hay dolores que hay que apurar hasta la hez, como dice la biblia, por cierto, libro clarividente de la naturaleza humana, no de la divina. de dios no sabe nada pero sabe mucho de los miedos humanos, de las debilidades de la gente, de las aspiraciones de cualquier persona del siglo uno o del veintiuno. por eso es un gran libro, no porque lo haya escrito dios ni el demonio.
pierdo el tiempo y la paciencia y me desgasto tratando de mostrar a algunos que tienen una parte noble y buena aunque no lo sepan, porque, cuando les cuento que todo esto tiene que acabar y que podemos terminarlo nosotros, no me estoy refiriendo a salvar a los koalas sino a salvarnos a nosotros mismos del derrotismo de creer que sólo servimos para obedecer.
nunca aceptaré el terrible destino de no poder cambiar las cosas, pese a los cobardes y sus sempiternos discursos encubridores de sus carencias.
todo esto tiene remedio, de hecho estamos destinados a ganar porque no tiene otra explicación que teniéndolo todo en contra, después de siglos de explotación y de adoctrinamiento, en el fondo de nuestras conciencias sepamos que tenemos razón, que no nos rindamos, y a trancas o a barrancas, sepamos que hay algo en este mundo que corregir.
nuestra íntima convicción de que tenemos que ganar persiste.
si pudiera dejar de querer a esta tierra me iría.
pero no puedo.