nada que ver.
una revuelta es una insubordinación ante el poder, claro, si no no sería insubordinación, pero de tipo transitorio. durante un período corto de tiempo se producen acciones, generalmente violentas, que no conducen a un cambio duradero sino que, tras ellas, se vuelve al antiguo estatus.
una rebeldía es una actitud vital. se es rebelde, es decir, se falta a la obediencia debida. es una indisposición con respecto al poder establecido de forma legítima o detentado, da igual.
y una revolución es un cambio brusco de régimen político, es una vuelta de tortilla, un ponerlo todo del revés, o del derecho, y con intención de que sea duradero.
en estos días convulsos, en que el que más y el que menos se plantea qué habremos hecho mal, o cómo salir del atolladero de la crisis que los de la hierba mala nos han traído, cada cual se posiciona en una de las tres posturas mencionadas arriba. lo malo es que, entre tanto lío, se confunden unas con otras, lo que da lugar a situaciones sin salida.
los revoltosos, estos días, se manifiestan junto a rebeldes y a revolucionarios. y lo hacen porque consideran comunes las afrentas que sufrimos y los remedios que proclamamos. pero esta coincidencia suele durar poco.
gamonal o can vies son dos ejemplos estupendos de lo que son revueltas. ante un hecho concreto, se pingan, impiden por la fuerza que se los atropelle desde el poder municipal. no lo reconocen como tal y se oponen a él.
junto a los revoltosos hay rebeldes. gente que reivindica cuanta situación le parece injusta o inadecuada. que en la ocasión gamonal puede coincidir con los promotores de la revuelta y en otras ocasiones será en contra. y, por supuesto, habrá revolucionarios, para los que esta revuelta no será más que un paso adelante en la conquista de la revolución.
la situación actual es paradigmática. tras una misma pancarta, desfilamos codo con codo unos y otros, pero sólo nos une en realidad un mínimo común denominador, el de la ocasión concreta.
la pancarta, en este momento, es podemos.
tras ella, hay gente de derechas que sólo quiere que las cosas funcionen, que no nos roben desde el gobierno y que haya paz y tranquilidad. entre estos, hay empresarios, profesionales liberales...
hay gente de centro que pretende más o menos lo mismo pero con alguna reforma para que no sean tan pocos los que amontonan la riqueza ni tantos los que viven miserablemente. más o menos, como los dirigentes del psoe (pero sin robar, que no son dirigentes del psoe).
otros, situados más a la izquierda, quieren cambios. cambios sustanciales, cambios estructurales y de metodología, pero sin salirse del régimen parlamentario de partidos. lo que vendría a ser una especie de izquierda real y... domesticada.
los más radicales izquierdistas van por cambios revolucionarios, por un nuevo reparto de cartas para empezar una nueva partida. cambios que son también culturales, filosóficos, que no se limitan a lo que se suele conocer por política sino que pretenden redefinir las relaciones humanas. una nueva búsqueda de la felicidad.
por eso, creo que podemos tiene la fuerza que le da no autodefinirse en una confrontación de lado a lado sino de abajo a arriba, y lo aplaudo porque estamos en una situación de extrema urgencia.
es preciso dar al poder un parón que le rompa las narices, lo que sería absolutamente imprescindible si el pp cambia la ley electoral.
y sería coherente que lo hiciéramos en coalición con otras fuerzas parecidas a nosotros.
y luego, pasada la tempestad y venida la calma, cada cual tendrá que definirse en una de las tres erres.