leyendo la biografía de heidegger hace aproximadamente un año, tropecé con el nombre de hanna arendt.
no era la primera vez que me la encontraba. antes, había sabido de ella por uno de esos ejercicios serpentinos que internet nos sugiere. entonces me enteré de que von trotta había rodado una película sobre ella pero, aunque la busqué en los lugares donde suelen encontrarse estas cosas, fracasé. no estaba editada en españa. de forma que imagínense la emoción que sentí hace una par de semanas cuando supe que se estrenaba en madrid.
por supuesto que se trataba de un personaje interesante, contradictorio. anoche fui a ver la película.
decía passolini que, en cine, el fondo y la forma son coherentes, incluso a pesar de la intención del director. es como una de esas huellas del pasado remoto que nos traicionan, cuando pensamos que las tenemos bien a recaudo. nunca lo están. es por eso por lo que el lenguaje no verbal tiene mayor significación que el verbal. simplemente, es más difícil de manipular o de fingir.
no me gustó la película y no me gustó la señora. la actriz, sí, es excelente. por supuesto, es un papel que resulta un regalo para cualquier artista pero, aún así, hace una interpretación admirable.
no me gustó la primera porque es falsa, es huidiza, ensaya una componenda moral que, me temo, pretende poner un cierre enérgico a la postura alemana ante el gran dilema de su historia.
ellos sabían.
los alemanes han despachado la gran pregunta con una ley, envidiable debo decir desde españa, que no tolera el menor flirteo con la causa nazi pero cuya existencia demuestra la pervivencia del huevo de la serpiente.
y no me gusta la película porque es convencional, previsible, ridícula a ratos...
(¿qué les pasa a heinrich y hanna que están dándose besitos a todas horas? ¿había que conseguir metraje como fuera?),
ñoña, bajo un barniz perfectamente detectable de personajes supuestamente agudos, e inmisericordes en sus comentarios, como la psicoanalista amiga incondicional de la filósofa, que no pintan nada si no es ad gloriam mayorem de la susodicha.
¿y qué decir del flamante director del new york times? el conserje del periódico debía de tener más energía y astucia que él. claro que el real debió de ser muy distinto.
si la directora de la película hubiera tenido mayor seguridad en el personaje a quien iba a representar en su película, no hubiera tenido que recurrir a trucos de cine americano para hacer tragable el film. no, porque von trotta sabe muy bien que no está contando nada. sabe que ha hurtado otra vez la verdadera búsqueda.
y, desde luego, desde el respeto por una persona que dedicó su vida a pensar, no me creo esa hanna arendt.
y no porque se opusiese al estado de israel sino porque sólo se importó a sí misma. convirtió el dilema moral en un asunto personal. buscó con ahínco la oportunidad de reivindicarse a sí misma en el sentido en que quería ser reivindicada. se ofreció a reportar el suceso con la intención poco loable de utilizar ese juicio en su propio beneficio y para satisfacer su vanidad.
lo explico. como tantos judíos, no pudo aceptar jamás que alemania no los quería. ni siquiera a ella que pertenecía a una familia muy acomodada, a una familia judía rica. ella no toleró jamás verse arrojada de su país como una pobretona más. prefirió manifestar que no sabían lo que hacían antes de aceptar que sí lo sabían y les parecía bien.
en la película sigue quedando en sombras el por qué tantos alemanes alzaron con júbilo el brazo y se aprestaron a cumplir rigurosamente las órdenes de hitler. ¿se trataba de la banalidad del mal, como ella lo llama? en realidad no es la banalidad del mal sino su banalización. el mal no es nunca banal. a no ser que compartas la idea de que es algo aceptable. matar nunca es banal pero se puede banalizar. y no es algo que los nazis hicieran.
bueno, cuando vi hace unos años la cinta blanca, la terrible y hermosa película de haneke, observé impresionada la educación que recibían los niños alemanes de principio de siglo. es decir, los que engrosaron más tarde las filas nazis. niños que aprendían a obedecer ciegamente al poder (el padre, más tarde el fürer) o sucumbían.
morían, literalmente, como saben muy bien todos los niños que han sido educados autoritariamente.
alice miller, psicoanalista de origen polaco, estudió el caso de hitler entre otros, y llegó a la conclusión de que sólo generaciones y generaciones de niños maltratados en su infancia pueden explicar el holocausto, dar lugar a un tipo como él y a millones como los que lo aclamaban.
hanna arendt tenía otra obsesión en su vida, de la que no habla la película, martin heidegger.
ciertamente, fueron amantes cuando ella era muy joven, pero no significó nada para él. el filósofo estaba casado y siguió conviviendo con su esposa hasta la muerte. no se debatió entre dos impulsos. el que tenía que ver con hanna es de los que muchos profesores practican porque les resulta enormemente fácil y halagador y trivial. de hecho, cortó la relación con hanna para no meterse en problemas. nunca la amó.
pero hanna no estaba dispuesta a que su aventura con el filósofo se olvidara. le perdonó todo. incluso el desapego que le mostró cuando la situación de los judíos en alemania era peligrosa.
heidegger aprovechó la caída de algunos judíos competidores suyos en la carrera universitaria para trepar. lo consiguió. ni en sus delirios había esperado tanto. se convirtió en un nazi convencido y entusiasta, y no quiso saber nada de sus colegas judíos si no fue para hacerlos caer. organizaba campamentos de adoctrinamiento y daba discursos tan exaltados que algunos nazis comenzaron a desconfiar de él. terminaron por derribarlo.
cuando acabó la guerra heidegger no era convocado a ningún congreso ni se le pedían colaboraciones ni publicaciones, pero ahí estaba arendt. ella lo reivindicó y sacó del ostracismo y lo puso otra vez entre los mejores. mantuvo la relación epistolar con él toda su vida.
¿cómo hubiera explicado von trotta esto?